©Angelo Prey
Isabel Pérez Montalbán, cuyo blog tiene una entrada en estas páginas, es una de las voces indispensables (y en mi criterio, son muy pocas) que habitan y escriben en este país, tan dado a los juegos florales, mirar hacia el tendido de los editores y entretener la que está cayendo con nimiedades o escribiendo a lo Gabriel y Galán, como si no hubiera existido don Arturo Rimbaud ni Antonin Artaud.
Isabel, por lo contrario, escribe desde el filo, desde el margen de los desheredados, desde la periferia. Pero lo hace desde el centro mismo de la carne viva, de los derechos básicos más básicos de la persona, como son la libertad, la dignidad, la justicia. Y además, se "pelea" con las palabras, para que no sean "bonitas" sino necesarias. Eso es la poesía de Isabel Pérez Montalbán: tan necesaria como respirar. He aquí algunas muestras:
Parte de guerra
Sin armas y en patera,
las tropas africanas
reconquistan Europa.
(De Animal ma non troppo. 2008)
IZQUIERDA/DERECHA
Compañera, hora en llamas:
A la derecha de Dios, las mujeres
con bella manicura, los banqueros
jugando al golf con palos enemigos.
A la izquierda, los niños, las termitas,
el oro falso, la vida en cupones
de riqueza aplazada. Nunca es tarde.
No hay más que fe en el centro.
El centro es Dios cansado y aburrido
de esconderse y estar siempre tan solo.
Dicen que ya no existe la hojarasca
cubriendo los caminos de otro mundo.
Pero la gente espera y compra suerte,
hora en el veneno de las horas.
Y mientras, el infierno sigue abajo,
la derecha construye su cementerio,
y la izquierda, un eclipse de emergencia.
Qué frágil y pequeño el pesebre del hombre.
(De Cartas de amor de un comunista. 1999)
Pared de carga
Y cuando creas que tus brazos ceden,
que no pueden tener más resistencia,
que el peso del dolor parte los huesos,
aguanta un poco, sólo un poco más,
feliz de ser feliz en la desgracia,
instinto de burlarse de la muerte.
Un gramo, sólo un gramo más de daño
ya te inmuniza la musculatura
entera de la risa, de las piernas
como andamios, poleas de la lágrima,
del pecho como un bloque de ladrillo:
las ventanas tapiadas para el mundo.
(De un cadáver lleno de mundo. 2010)